
Y la verdad, es que no sé muy bien por qué, me han entrado unas ganas tremendas de ser la chica más irresponsable del mundo, de ser una niña otra vez. De disfrutar, sin pensar en las consecuencias. Pasarlo bien, notar que yo marco mi camino. Sin embargo, mis pasos no son decididos y claros, sino más bien se tambalean como si yo estuviese dando saltitos sobre la cuerda floja, de aquí para allá. Y se me acaba de ocurrir, que quizás sea porque siempre me he preocupado más por los demás que por mi. Y me han fallado tantas veces, que ahora quiero apañármelas por mi misma, sin darle explicaciones a nadie y sin hacer las cosas con cuidado. Eso es, lo leo y estoy convencida de que eran las palabras apropiadas...
Bueno, y lo peor es esta constante inseguridad, esta indecisión que no me deja ni comer, tengo un nudo constante en la garganta. Un millón de dudas asaltan mi mente. ¿Debería irme lejos una temporada y olvidarme de todo(s), o por el contrario, apoyar a quien sé que lo necesita? Y si esa persona dice que me aleje, ¿debo hacerlo?¿debo dejarla sola o insistir para que no se sienta así?¿Y debo de dejarme guiar por los impulsos (cosa que deseo con toda mi alma), o pensar en lo que puede venir después?
Llevo varios días haciéndome preguntas de ese tipo, y cuando creo que he encontrado la respuesta, me equivoco. Seguiré mirando al cielo, hasta que una ráfaga organice todas mis ideas. Este es el momento de hacer cosas estúpidas. Vale de todo.

Y... vuelvo unos minutos después, aportando el vídeo que siempre pongo. Y es que, no sé cuantas veces habré acabado una entrada con esta canción. Puede que la escuches y no te diga nada, o que sea una más de las miles que habrás escuchado. Pero quiero gritarla, letra a letra. Me anima, me reconforta, me sube la adrenalina hasta las nubes. No puedo evitarlo, es orgásmico.


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