Esa misma luna bajo la que le besé. Y no se quién de los dos volvió ese día con más hormiguitas en la barriga. Y ahora tengo esos ojos, preciosos, que unas veces son claros y otras son oscuros, y sigo sin saber de qué color son. Lo que importa es que los tengo, grabados en mi cabeza, su olor en mi ropa y su sabor en mis labios. Y no me puedo olvidar, ni quiero hacerlo, porque cada vez que me acuerdo no necesito nada más.
Me encontré más de lo que esperaba, cada dia me sorprende con algo nuevo. Y me hace reir. Me río ahora mismo solo con acordarme de todas las caras que es capaz de hacer, de cuando no me deja besarle y se empieza a reir, de nuestras tonterías y de nuestros besos de cocodrilo.
Y a unos pocos centímetros, le miro a los ojos, preciosos sin sus gafitas. Me siento pequeña, tranquila, y feliz. "-¿De qué te ries?" "-De nada...". Y es cierto, no me río de nada. Sonrío, sonrío porque soy feliz, como hace muchísimo tiempo que no lo era. Y todo gracias a él, es enorme.
Tengo miedo. Parece que ultimamente, siempre que me han ido bien las cosas, algo ha querido que cambie el asunto y no ha habido tregua entre los dias grises. Y no quiero que se cague, al menos, no tan pronto. Me siento insegura, por miedo a perderle. Quiero ir despacio, y al mismo tiempo no puedo. Hace más o menos cinco horas que lo he visto y ya le echo de menos. Y echo de menos que esté en mi cama abrazándome y poder dormir oyendo sus latidos, y un poco de lluvia.
Dos semanas pulguita. Sigamos contando :D

